Mil palabras

actuar como una extranjera, una extraña, solo una persona más en el mundo.
decidir escribir un texto una novela o un nuevo blog. los dedos no responden a este ejercicio de teclado, no ver el teclado como andar en bicicleta sin rueditas… sin miedo pero con riesgo siempre, con riesgo de caer, de no saber, de no poder, de no querer.
somos seres de intentos. todo es prueba y error, prueba y error, tiempo usado no perdido, intentado.
siempre he querido poder escribir sin mirar el teclado, fluido, de corrido, con confianza como si eso me fuera a llevar a escribir bien, un gran texto, una novela
la postura al escribir así me da poder de escritora. la espalda erguida, las manos sobre el teclado, confiadas,
antes era la pérdida de tiempo, de borrar y regresar, ahora solo practicar, a dos por hora, con paciencia…
dónde escribo? en un café de outlet, y lucho concienzuda con mi dislexia táctil…. miro de reojo a los demás ¿comensales? como se les llama a las personas que acuden a una cafetería, ¿cafetales? ¿bebientes? ¿provistas no baristas?
son pocas personas que sorben sus infusiones con modorra. arrullados todavía por el vaivén de los autos en la carretera. son viajantes que paran un poco a estirar los pies, a refrescarse en el baño, a soltar sus  flatulencias en la banqueta. son bebedores de instantes perdidos en una cafetería de paso.
la mesa de junto tiene una junta. también para eso se reunen aqui. territorio neutro, y mientras los escucho en sus terminologías de autopartes y retorno de inversión, veo como mi escritura es un poco más fluida, las ideas se superponen a la intención de escribir sin ver, la cafetería se llena de gente, el barullo crece, hace menos frío, tengo hambre.
todavía lucho con mi instinto de voltear a ver el teclado. con mi ansia por dominar con mi vista el texto, y tengo que dejar hablar a la mente, dejar que el texto me lleve. debería poder escribir sin ver, a ciegas. confiada en mi memoria táctil y el texto ya escrito en mi mente.
no logro entenderme con las mayúsculas todavía. quedan fuera de mi memoria tecleada, todo aquí es pequeño , informal, sin pretensiones, de paso. todo es ligero, la memoria empírica no sabe de formalidades.
tampoco me entiendo mucho con los signos de puntuación, me estorban… mis manos-mente quieren escribir como millennial, sin reglas
y me sorprende como así sin poner mucha intención en la escritura las ideas fluyen más fácilmente, se meditan y afloran en la conciencia, son dóciles, y generosas, son domesticables. ideas domesticables… ideas que me vienen a la mente mientras escribo sin ver y pienso cuantas palabras llevaré escritas?
453, llevo 453. media hora de escritura, lo que significa que en una hora diaria lograría escribir mil palabras, más o menos continuando con este método de escribir sin ver.
entonces, reflexiono, la vista estorba a mi escritura mental. debo practicar más este método mecánico y meditativo de escritura. debo convertirme en escritora autista.
hay recovecos de teclado que me son ajenos, me sé los atajos, los caminos conocidos, fáciles, familiares. me sé segura en ellos, me doy al proceso de reconocerme en ellos. sin embargo he de ir a esos callejones desconocidos de la mente donde radica mi infancia, mis clases de mecanografía, mi creación prístina de ideas de escribir.
cuando escribía por ansia de ser, de conocer, de crecer. cuando ser escritora no estaba en mis planes y era solo un proceso de placer y maduración implícito en la vista


cuál es el porcentaje de utilidad preguntan en la mesa de junto? cuál es el rendimiento de mis manos, poco menos torpes, impetuosos sobre la máquina? cuál es el resultado de este propósito?  dónde quiero llegar? 
hay en mi memoria primera, calles y casas que ya entonces eran antiguas, que entonces tenían historia. en mi casa de infancia vivió mi padre cuando niño, ya tenía recuerdos plasmados cuando llegamos a vivir en ella. mi madre trato de hacerla propia, de imprimirle su estilo propio, con distintos adornos, acomodos de rutina, creación de recuerdos, cual conquistador que busca instaurar nuevos credos sobre viejas ruinas.
mi vista perimetral siempre activa, ve a las personas sentadas en la sala frente a mi mesa, una pareja? ella sentada en el regazo de él? inmóviles? dormidos? no, hay tazas en sus manos, hay vapores… ella se mueve, es fuerte, se aleja al sofá de al lado, trastoca la mesilla, las tazas vibran, se rompe el barullo de la cafetería, todos volteamos, oh sorpresa! no es una mujer, no son una pareja, ella nunca estuvo sobre él, solo se asomaba a ver el diario que el otro hombre sostenía. son tres robustos hombres que mi vista perimetral fusionó y moldeo según mis instintos creativos
eso me lleva a pensar que tan cierta es la realidad que me rodea? sin duda veo lo que quiero ver y caracterizó a mi gusto cada espacio, persona, o situación que me rodea. y esto me lleva a pensar donde están los iguales a mi? los que como yo se adentran en una cafetería de paso a escribir sin ver e indagar en su memoria más lejana mientras dejan suelta la imaginación y la vista perimetral… 
donde habitan los que como yo creen que conocerán a su alma creativa gemela en un rincón perdido del mundo, donde la historia pasa fuera, sobre la carretera que lleva a ese destino del pasado, donde los autos en fricción constante, llevan a los viajeros a sus realidades creadas desde su visión perimetral.

dónde están los que como yo creen que escribir sin ver les llevará hasta el texto nuevo y brillante que nunca han escrito, hacia la historia familiar contada desde el corazón, que cautiva a los lectores y enamora, la escritura simple, llana, sencilla, sin pretensiones, que da justo en el blanco del corazón y nos deja saber que quien escribe nunca pretendió siquiera escribir mil palabras, mil palabras.

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